¿Cómo gestionas tus procesos de cambio?

Las decoraciones dieciocheras que engalanan Santiago y todo Chile, son premonitorias de la llegada de la primavera. Cambia la temporada, una vez más. Como la vida misma, nunca somos los mismos. Siempre hay algo que se modifica, que muta, que se transforma. Y ese algo, siempre somos nosotros. Es una sutileza interna que emerge al mismo tiempo, con gracia y fuerza. Una energía potente, capaz de impactar a los que nos rodean. Y casi sin proponérnoslo, lo que nos resultaba incómodo o molesto, ya no lo es. Por el contrario, nos permitimos la oportunidad de aceptarlo tal y como es. Sin mayores interpretaciones. Y en ese instante, nos liberamos de toda perturbación.

Quise buscar ideas frescas al respecto del tema del cambio y me senté a conversar con mi hijo de 10 años sobre su opinión. Me acerqué a él y le dije, hijo necesito que me ayudes con algo, él despego su mirada del dispositivo donde estaba viendo un programa de Netflix y me contestó con una expresión de “habla rápido que estoy ocupado”. Reí y le pregunté: ¿Hijo qué opinas del cambio? Y con una tranquilidad absoluta me contestó ¿Y qué quieres saber del cambio? Nuevamente sonreí. Le hice una nueva pregunta, un poco más específica ¿Cómo te sientes tú cuando has tenido que cambiar cosas en tu vida? Hizo un gesto reflexivo y su respuesta fue, bueno papá por ejemplo cuando nos mudamos de Venezuela a Chile, al principio tuve susto, pero luego me di cuenta que aquí podíamos comprar y hacer cosas que allá no, aquí puedo ir a la escuela todos los días y mi prima allá tiene que faltar mucho por los problemas que hay. Son muchas cosas papá, expresó. Sin mucha verborrea me entregó un potente argumento. Así que le hice otra pregunta, entonces ¿Para ti fue un cambio bueno o no tan bueno? Papá yo creo que sí hay muchas cosas pequeñas que son mejores que las que tenía antes, eso para mí es bueno. Le di las gracias, un beso y me retiré para que volviera a su programa.

Cada cambio en nuestras vidas, los que planificamos y los que simplemente nos ocurren, supondrán una lista interminable de situaciones que tenemos que evaluar, permitiéndonos adquirir los aprendizajes que requerimos para lograr los objetivos que nos proponemos. En el planteamiento de mi hijo, debemos evaluar los cambios como una extensa cadena de pequeñas interacciones o eslabones que nos hacen valorar el cambio todo como uno positivo o negativo. Esto me hace preguntarme, ¿En cuál momento he dejado de lado mi capacidad para observar cada uno de esos pequeños eslabones y he elegido sostener una mirada más absolutista de todo? Probablemente muchas veces.

El desafío es poder fluir con los cambios y adaptarse rápidamente. Algo sencillo de decir y no tanto de hacer.  Quizá por observarlo desde un solo ángulo. Algo que me ha resultado es observar al menos 4 escenarios:

  1. Lo que Gano por Cambiar: todo aquello a lo que puedo acceder solo a través de adaptarme al cambio.
  2. Lo que Gano por No Cambiar: es mi zona de confort, aquello a lo que estoy acostumbrado, eso que no deseo perder y que pienso que perderé sí cambio.
  3. El Costo de Cambiar: se refiere a elementos como el Costo, el Tiempo y el Esfuerzo que toma el aprendizaje para adaptarme a la nueva situación.
  4. El Costo de No Cambiar: aquello que perderé, si o si, al no asumir el cambio propuesto.

Te garantizo que si observas estos cuatro escenarios tendrás elementos de juicio que te ayuden a determinar si la situación de cambio te resultará positiva o negativa. No es una actividad que esté de más, por el contrario, podrás construir una evaluación más profunda que te permita reflexionar sobre lo que es, necesariamente, bueno para ti y así dejar a un lado la sensación de “perdida” que supone enfocarnos solo en el Costo de Cambiar (lo que debo aprender) y en lo Bueno de No Cambiar (Zona de Confort). La visión es mejor cuando añadimos el Costo de No Cambiar (lo perderé si no lo hago) y lo que Bueno de Cambiar (lo que Gano al Cambiar).

Me encantaría que esto te sirva para mirar tus procesos de cambio de una forma más generosa.

Un fuerte abrazo,

Luis E. Dávila J. Coach Ontológico Profesional

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