Emocionarse nos proporciona energía porque la emoción es impulso. Las emociones son moléculas de combustible que nos impulsan a hacer todo lo que deseamos. Si bien es cierto que la racionalidad nos permite valorar lo que puede ser beneficioso o no para nosotros, la intuición a través de la emocionalidad nos muestra que hay cosas que definitivamente deben ser sentidas, no pensadas. Incluso, intentar pensar en ellas termina siendo absurdo, aburrido, soso, un malgasto de energía y una significativa pérdida de tiempo.
Imagine una persona que pretenda racionalizar el amor por su pareja, hijos, o por sus padres, eso no se piensa, solo puede sentirse o no sentirse. Otro ejercicio puede ser intentar racionalizar la explosión de energía que brota en el instante de un orgasmo. No podría haber nada más pernicioso y absurdo que eso.
Todos nuestros sentidos son afectados por los caudales de energía que producen las emociones; volvernos emoción en tanto que nos transformamos con ellas y en ellas, hacen de nosotros personas distintas cada día, usted decidirá a cuál de las emociones le dejará el timón de su vida.
Creo fielmente que no hay emociones buenas o malas, todas son maravillosas y nos permiten crear recuerdos y generar aprendizajes que contribuyen con nuestra obra más importante: nuestro propio ser, nuestra propia vida.
Si usted solo quiere dedicarse a pensar, utilice su raciocinio para sacar cuentas, hacer planes estratégicos y todos los usos que tiene, pero cuando se trata de sentir usted solo debe seguir a su corazón y abrirse al torrente de energía que emana de su propia alma.
En mi propia y humana experiencia puedo identificar al menos siete reflexiones personales que te permitirán conectarte con tu emocionalidad, sentirla y dejarte mover por ella:
- Identifica la emoción que rige: Cuando estés en una situación de estrés o problemática, cierra los ojos, respira profundo, pon tu mente en silencio y siente cuál es la emoción que está gobernando tu cuerpo en ese instante, qué la detonó y qué hace que se mantenga presente.
2. Abrázala: Implica conectarse plenamente con la emoción, sentir su fuerza, su expresión y lo que desea decirte.
3. Déjalas fluir: Siente lo que ellas mágicamente desean expresar a través de tu cuerpo.
4. Gestiónalas, no las reprimas: Al realizar lo anterior con frecuencia, comenzarás a coexistir pacíficamente con tus emociones, aprenderás de ellas al tiempo que fluyen con rapidez y abren paso a nuevas realidades y posibilidades.
5. Tiempo: Reconoce lo que no puedes cambiar y acéptalo, todo lo que rechaces solo te traerá estancamiento, dolor y una pérdida de tiempo y energía mayor.
6. No le temas a las emociones: No hay emociones negativas, todas ellas juegan un rol determinante en nuestras vidas. El miedo nos mantiene alerta, la furia nos hace rechazar lo que no deseamos, la alegría eleva nuestros niveles de disfrute, la tristeza nos permite reconocernos como vulnerables. Las emociones solo se vuelven dañinas cuando le damos permiso a la razón para hacer juicios negativos de ellas.
7. Déjate mover: Poco a poco confía en ellas y en última instancia deja que te guíen.
Por último, te digo que en términos de emociones lo mejor es mantenerse como un aprendiz, nunca te consideres un experto.